2 ago 2012

San Lorenzo Úbeda: OPINIÓN: A este lado de la Iglesia de San Lorenzo

Desaparecida cajonera de la Sacristía de la Iglesia de San Lorenzo.
Esta fue trasladada a finales del siglo XIX, a la iglesia de San Pedro; dónde fue destruida en los avatares de 1936. Fototeca Universidad de Sevilla.


Si a un niño de pocos años se le lleva a una iglesia en ruinas y se le dice que ésta fue incendiada y destruida durante una guerra por un grupo de desalmados, tal relato y tal imagen se grabarán sin duda en su memoria para el resto de su vida.
Ocurrió hace muchos años cuando unos cuantos alumnos del colegio Salesianos de Úbeda fuimos conducidos en excursión por nuestro cura-profesor a la iglesia de Madre de Dios. Y se nos llevó hasta allí para concienciarnos de la insensatez humana comprobándolo con nuestros propios ojos y repudiar para siempre tal horror y tal crimen contra Dios y contra lo más sagrado en la tierra; su Casa.
Y, efectivamente, aquella imagen de un lugar santo destruido por el desprecio al sentido común de un grupo de descerebrados embravecidos, dispuestos a imponer su justicia sumarísima ante un lugar no vigilado e indefenso, creado especialmente para la oración y la introspección espiritual, y que tuvieron en sus manos la opción de destruirlo o no; aquella imagen de sabotaje brutal y resentido, pero sobre todo de sinrazón, cobardía y barbarie quedó grabada para siempre en nuestra memoria. Era lo más cerca que íbamos a estar tal vez de una guerra de las de verdad.
Seguro que ninguno de aquellos alumnos que aquel día descubrimos la iglesia derruida y abandonada de Madre de Dios hemos podido olvidar semejante aberración, y seguimos pensando aún que se necesita ser muy ignorante, estúpido e irracional para hacer o permitir hacer una cosa así.
Y me pregunto: ¿veremos también dentro de unos años la Iglesia de San Lorenzo destruida, abandonada y olvidada por causa, en este caso, de la desidia y la despreocupación, pero también por la insensatez de ciertos responsables que tienen en su mano evitar que una cosa así ocurra, y que con seguridad están convencidos de no ser de modo alguno otra pandilla de descerebrados?
Aunque, pensándolo un poco más, se me ocurre que tal vez, señores responsables, lo que les está llevando a ustedes a permitir la ruina o desaparición final de esta entrañable iglesia, que es de Úbeda y por tanto de todos los ubetenses aunque sólo sea de un modo sentimental, sean intereses de carácter especulativo con el terreno que ocupa. Pero no. Esto no quiero ni pensarlo.
La milicia ultraortodoxa de los Talibán, cuyo régimen gobernaba Afganistán en 2001, dinamitó en los primeros días del mes de marzo la cabeza de la mayor estatua de Buda del mundo, tallada en la roca de una montaña en la provincia de Bamiyán. Para destruir la cabeza de la estatua, de 55 metros de altura, los talibanes utilizaron misiles antiaéreos, tanques y dinamita. Curiosamente, después de haber asesinado también a miles de personas, de someter a las mujeres afganas a tratos y violencias pre-medievales o de facilitar apoyo y protección a uno de los asesinos más buscados de la historia como lo era Osama Bin Laden, quizá una de las razones por las que más se ha odiado a dichas milicias Talibán es precisamente por haber destruido aquel grupo de estatuas que había sobrevivido 1.500 años a la erosión y a otras agresiones naturales como el terremoto de 1998 que mató a más de 4.000 personas.
Cuando los últimos componentes del maltrecho gobierno de la II República Española comprendieron que las tropas rebeldes acabarían bombardeando Madrid si sus generales lo consideraban necesario, para tomar la ciudad y ganar de una vez aquella costosa guerra, no dudaron en poner a salvo la mayor cantidad de patrimonio bajo su custodia, trasladando con urgencia piezas relevantes del Museo del Prado hasta la ciudad de Valencia o protegiendo con ladrillo, entre otros elementos emblemáticos de la ciudad, la fuente de la Diosa Cibeles. Si esto no se hubiese hecho así, si ese histórico patrimonio de los españoles y, en el caso de los cuadros, del mundo entero, se hubiese malogrado por los bombardeos asesinos e irresponsables de unos y el posible desinterés de otros en protegerlo, el pueblo español y una muy amplia parte de la humanidad jamás se lo habría perdonado a aquel gobierno ya vencido. Y el ganador, el causante verdadero de semejante destrozo, se habría visto obligado a mentir o disimular su irresponsabilidad durante cuarenta años y culpar a 'los otros' ante tal desastre y ante tal vergüenza.
Dentro de unos años la Iglesia de San Lorenzo será también una ruina o habrá desaparecido, si es que los responsables de su mantenimiento no lo impiden. Y no tengo nada claro por qué razón dichos responsables están permitiendo que esto esté ya ocurriendo. En cualquier caso, yo les pregunto a ustedes señores responsables, sean ustedes religiosos o efímeros concejales municipales, o ambas cosas: si ahora dejan caer la Iglesia de San Lorenzo por pura indolencia o, aún más sonrojante, por razones lucrativas, porque si la quieren salvar la salvarán, ¿a quién van a estar señalando mentirosamente durante el resto de sus vidas para desviar su culpa? ¿sobre quién cargarán la responsabilidad, que es sólo de ustedes, ante tal desastre y ante semejante vergüenza? Háganse un favor señores responsables y no continúen del lado equivocado. Pónganse aquí con nosotros, a este lado de la Iglesia de San Lorenzo, y unamos esfuerzos y entusiasmo para que no se nos caiga este hermoso pedazo de nuestra historia.
Porque analicen. Si son ustedes religiosos: reconocerán que los dineros con que históricamente han construido ustedes sus templos y lugares de oración; o sea, iglesias, conventos, monasterios, santuarios, catedrales, basílicas, hospicios, capillas, colegiatas, parroquias, obispados, ermitas, etc. provenían de limosnas y donaciones, unas veces de aristócratas con problemas de conciencia, otras de ricachones sin conciencia alguna de tales problemas, otras de reyes muy católicos o de gobernadores de comunión diaria y lista negra en el bolsillo del traje o de generalísimos vigías de occidente. Pero las más de las veces, señores responsables religiosos, esas dádivas venían del pueblo raso que con su sacrificio, su convicción y su buena voluntad les han alegrado a ustedes las cestas los domingos durante siglos, con lo poco que tuviesen, o les han encendido millones de velas con la esperanza de que mediasen ustedes con el Altísimo o su corte de santos, beatos, beatas y religiosas, para que entre todos calmasen su angustia, el dolor de sus miserias y el desgarro de sus pérdidas, que hiciesen lo posible para evitar esas pérdidas o que hiciesen realidad sus anhelos y salvaciones, como así les vienen prometiendo ustedes desde hace dos mil años y pico. Creo que les deben a esa gente la restauración de esta iglesia que en realidad han pagado ellos, aunque luego intenten cobrarles de nuevo por visitarla. En realidad lo que les propongo es un negocio seguro. Ya saben ustedes de qué hablo.
Y si son ustedes ediles municipales: recuerden que ni el dinero que manejan ni el patrimonio que se encuentra bajo su cargo y protección son de su propiedad. Ambas cosas nos pertenecen en realidad a nosotros, a los sufridos ciudadanos contribuyentes. Y ambas cosas les han sido entregadas, o mejor dicho les han sido cedidas, por nosotros a su gestión, precisamente para eso; para que las gestionen, pero correctamente. En bien de todos. No para que se olviden de ninguna de ellas o que las hagan suyas. No para que las mangoneen y no para que las estropeen ni las dejen caer por falta de cuidado e interés. No para que nos tengamos que avergonzar ante generaciones sucesivas de 'tan irreparable pérdida' ni para que algún avispado especulador se haga con el permiso correspondiente y decida construir en su lugar un bloque de pisos prefabricados, y no, porque los ubetenses queremos mantener esa edificación que forma parte del paisaje de nuestras infancias y nuestras vidas y les ordenamos a ustedes que lleven a cabo las gestiones oportunas para detener y rectificar el ya palpable deterioro. Así que cumplan con el encargo que se les hace y empleen ese dinero que les hemos cedido en cuidar de nuestra ciudad, de su patrimonio y de la calidad de vida de sus auténticos propietarios que somos todos nosotros, los ubetenses. Y si no saben hacerlo o no quieren hacerlo, díganlo claramente y les buscaremos unos sustitutos. Porque ni siquiera sus cargos les pertenecen; se los hemos proporcionado nosotros para que trabajen desde ellos por el bien de nuestra ciudad. No nos hagan perder el tiempo ni pongan en riesgo nuestro valioso patrimonio porque, encima, no sólo es nuestro; también lo es de nuestros hijos, de nuestros nietos y de muchas otras personas de otras ciudades e incluso de otros países y de otros tiempos que prefieren siempre una iglesia restaurada, aunque ni siquiera sean creyentes, a un feo edificio de pisos con el que sólo se beneficiarían los de siempre. O sea, ustedes. Unos cuantos.
Jerónimo Maesso es compositor, pianista y autor de ballets.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Es idéntica a la que está en Santa María

Juan Ángel López Barrionuevo dijo...

Puede ser la misma?