16 sept 2012

Juan Angel Lopez Barrionuevo. Entrevista Baeza-Úbeda Actualidad

Baeza-Úbeda Actualidad
De cómo ha llegado al grado de deterioro que presenta la iglesia de San Lorenzo nos lo cuenta un experto en la materia:

¿Cuál es la situación de la iglesia?
 
Actual trastero de otras iglesias.
Posibles riesgos de hundimiento, en muchas partes de la fábrica de la iglesia.
Además si no se restaura pronto puede que se pierda, la bóveda barroca  de yesería, del altar mayor. La estructura de su tejado se resquebraja, lo cual puede ser motivo de su inminente desplome, desplome que difícilmente podría soportar la cúpula de estuco.
 
Posible pérdida del artesonado renacentista de casetones de la sacristía, a causa de las goteras de la cubierta. Grandes grietas, desplomes y humedades en los muros del templo.  Espadaña, en peligro de derrumbe a causa de la hiedra seca, que la cubre.
 
¿Cómo se ha llegado a ella?
 
 
Antes de 1936 tenía culto dominical, en la guerra civil los bienes ornamentales del templo como retablos e imágenes, fueron profanados y destruídos. Al finalizar, la contienda no se volvió abrir al culto, y la iglesia fue utilizada como vivienda de gitanos y pobres, lugar de inspiración para pintores, taller de ebanistería, de talla e imaginería, almacén de hermandades de Semana Santa y hasta hace uno años taller de restauración. Hoy no tiene ni un uso y está olvidada, arruinada y abandonada.
Desde su desmantelamiento hace más de setenta y cinco años, muy pocos se han preocupado de ella como Asociaciones de Vecinos y Cofradías de Semana Santa, (según nos relata Manuel Madrid Delgado.
...en 1990 la Cofradía de Jesús Nazareno acarició lo que pudo haber sido la salvación definitiva de la iglesia: la conversión de San Lorenzo en capilla de Jesús, asumiendo la cofradía la restauración integral de la iglesia, entonces todavía regularmente conservada. Pero aquello no pudo ser porque en el camino se cruzó el obispo García Aracil, de infausta memoria. Dada la magnitud de su esfuerzo, razonablemente pedían los hermanos de Jesús que la cesión de San Lorenzo fuese “mientras existiese la cofradía”; pero el obispado –al que mucho no le importaba la salvación de San Lorenzo– ofreció una cesión nada más que para veinticinco años. Y después se vería si San Lorenzo continuaba en manos de la cofradía de Jesús o si ésta se encontraba con sus enseres en la calle y el obispado disponía a su antojo de San Lorenzo. La avaricia del obispado tronchó el deseo de la cofradía de Jesús y la salvación de San Lorenzo...
), en pocas ocasiones, se ha rehabilitado sus tejados, y limpiado su interior, etc, etc,
 
¿Culpables?
Principal culpable, su propietario, el Obispado del Santo Reino.Su legítimo dueño debe proceder a su reparación o, de lo contrario, se deberán aplicar las normas impuestas por la LPHE/1985, como a todos los ciudadanos se obliga en tales casos.
La actual corporación regentada por el Alcalde Pepe Robles, aún no se ha pronunciado sobre San Lorenzo, ni si quiera mostró su apoyo a la plataforma Salvemos San Lorenzo.
¿Hay más edificios en Úbeda en este estado?
 
Hay muchos ejemplos, tenemos por  ejemplo la torre de Iglesia de San Millán, humedades en la iglesia de San Pedro, erosiones  y posible perdida de la talla en piedra de la fachada principal de El Salvador, la Vieja Cárcel o desprendimientos el algunas partes de la muralla de Úbeda.
 
¿Cuál es el papel de la Iglesia y de las administraciones en esta situación?
Debido, que a la Iglesia Católica de España no le afecta los recortes del gobierno de Mariano Rajoy, en este caso el obispado es la única institución que debe de afrontar con los gastos para su restauración, opino yo pero como con la iglesia hemos topado.
Las administraciónes publicas tanto local, autonómica o central, debido a la actual situal económica, veo muy dificil que aporten económica algo para la restauración.
 
Puedes añadir cualquier cosa que creas interesante.
 
 
La iglesia de San Lorenzo es uno de los edificios ubetenses incluidos en la denominada 'Lista roja del patrimonio', una base de datos creada por la asociación sin ánimo de lucro Hispania Nostra que aspira a recoger aquellos elementos patrimoniales de España que se encuentran sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores.
 
 
 
El listado se actualiza periódicamente y está compuesto por fichas enviadas por usuarios que incluyen una breve descripción de cada elemento patrimonial, su historia y su estado actual. Hispania Nostra estudia minuciosamente cada solicitud de ingreso, aprobándose si los expertos de la asociación consideran que hay riesgo cierto de que el patrimonio en cuestión resulte seriamente dañado o desaparezca a corto plazo.

9 sept 2012

“La singularidad de la iglesia de San Lorenzo era su alta espadaña sin campanas, pero cubierta de hiedra”

“La singularidad de la iglesia de San Lorenzo era su alta espadaña sin campanas, pero cubierta de hiedra”. / FOTO: RICARDO MARTÍN 

Viniendo a Úbeda desde el sur, desde la carretera vieja de Granada que atravesaba la sierra de Mágina, la iglesia de San Lorenzo se distingue con dificultad del lienzo de la muralla almohade del que forma parte. Por encima de la ladera de huertas, la muralla es un mirador sobre el que se asientan las casas blancas que miran al valle del Guadalquivir. La iglesia se construyó aprovechando como contrafuertes uno de sus torreones, y está hecha con bloques de la misma piedra, la arenisca rubia que brilla al sol y se repite tanto en las otras iglesias y en los palacios de la ciudad, y también en los dinteles de muchas casas campesinas. En las fachadas de los palacios la piedra está desnuda y muy labrada, algunas veces con cariátides de una extraordinaria elegancia, obra de un escultor francés que trabajó en la ciudad en el siglo XVI, y que recuerdo haber leído que tuvo conflictos con la Inquisición, quizás porque sus figuras se parecen más a divinidades clásicas que a santos católicos. En las casas campesinas la cal cubre todo el espacio de las fachadas, dejando solo al descubierto la piedra de los dinteles de las puertas y los marcos de las ventanas. Me gusta la elegancia sobria de la cal y la piedra, que favorece la impresión de una sola trama urbana, en la que los monumentos no son islas separadas de los lugares de la vida común, sino espacios empapados y habitados por ella. Cuando yo era niño muchas más casas que ahora se apoyaban en la muralla, como nuevos organismos que aprovechan una ruina o un tronco caído para medrar en ellos. Palacios con patios de columnas de mármol eran populosas casas de vecinos. En una torre intacta de la muralla un agricultor conocido de mis padres tenía su almacén de grano.
Caserones medio abandonados e iglesias cerradas desataban las imaginaciones de los niños. Antes de que la restauraran y en parte la inventaran para convertirla en escuela de Artes y Oficios, la Casa de las Torres era como un castillo lóbrego de cuento, con ventanucos estrechos de los llegaba un frío de cripta, con un portalón viejo con llamadores enormes y clavos oxidados, con gárgolas ennegrecidas por la humedad y los líquenes, caras de bocas redondas y abiertas asomadas a los aleros y mirando hacia abajo, como si quisieran infundirnos miedo.
La singularidad de la iglesia de San Lorenzo era su alta espadaña sin campanas, pero cubierta de hiedra. La hiedra disolvía las diferencias entre la obra humana y los reinos de la naturaleza. Trepaba hasta lo más alto del campanario con un verdor lujuriante de jardín vertical. El misterio de la iglesia era que estaba cerrada. Había una señora mayor a la que llamaban la Campanera, y que vivía en una casita blanca encaramada al filo de la muralla, pero que yo recuerde en la iglesia no quedaban campanas. A veces encontrábamos entornada la puerta y veíamos en su interior grandes bloques de sombra como de un almacén, cristos y santos de madera tallada apoyados contra las paredes, quizás también planchas de madera olorosas y polvo de serrín de una carpintería.
La iglesia estaba cerrada desde los tiempos de la guerra, cuando fue asaltada y expoliada. Desde entonces no había vuelto a salir la procesión del señor del Consuelo. Debía de ser una procesión modesta, a la escala de la iglesia y de las calles empedradas y las plazuelas por las que se pasearía la figura del santo, una procesión gremial en la que participaban los hortelanos que vivían en ellas. Junto al costado de la iglesia bajaba una calle estrecha hacia todos los caminos de las huertas cercanas y de los olivares. Los cascos de los caballos, los mulos y los burros, las pezuñas de las vacas, repicaban duramente sobre el empedrado. Años después, cuando la mayor parte de los vecinos antiguos habían muerto o se habían marchado, instaló su estudio delante de la iglesia de San Lorenzo el pintor y escultor salvadoreño Mauricio Jiménez Larios. Viniendo desde tan lejos, descubrió que su lugar en el mundo sería ese rincón del que tantos se habían ido, nos habíamos ido.

Nada es más desolador que ver desalentarse a un hombre entusiasta y razonable. Tras años de buenas palabras y dilaciones políticas estuvo claro que el centro no iba a salir, y la iglesia siguió cerrada, su decrepitud cada vez más visible por comparación la pujanza de la hiedra en la espadaña (Ricardo Martín anduvo por allí y le hizo fotos muy hermosas). Las autoridades en España suelen ser temibles cuando no remedian nada, pero a veces más temibles todavía cuando deciden remediar algo. A algún talento municipal o episcopal se le ocurrió que la hiedra ponía en peligro la estabilidad de la espadaña. Secaron la hiedra y entonces descubrieron que ahora es cuando la espadaña está de verdad en peligro, porque eran justo sus tallos y sus raíces los que la sostenían.Mauricio tuvo el proyecto de establecer en la iglesia un centro cultural. Sabía que estando abandonada corría el peligro de la ruina. Yo le propuse que fuera un centro dedicado a recoger la memoria popular del barrio de San Lorenzo: los oficios, los linajes de los hortelanos, las artesanías diversas de los hombres y las mujeres, el patrimonio oral de los relatos y las canciones, el de la memoria de la guerra y de la posguerra.
Ahora la iglesia de San Lorenzo está tan deteriorada que puede derrumbarse, y el Obispado de Jaén, al que pertenece, prefiere no hacer nada, y las numerosas autoridades locales, provinciales y regionales parecen tener otras prioridades. Al fin y al cabo es una iglesia sin mucha importancia en un barrio antiguo de gente trabajadora en el que ya hay muchas casas vacías. El escritor Jerónimo Maesso publicó un artículo denunciando ese abandono: algún paisano iracundo le ha respondido que no hace ninguna falta proteger una iglesia cuando hay tanta gente necesitada. Parece que a esas personas justicieras no se les ocurre que para una ciudad como Úbeda, como tantas de España, preservar el patrimonio no es un gasto superfluo, una blandura sentimental, sino una inversión que puede rendir beneficios y crear prosperidad durante generaciones, y además hacer más grata la vida de todos. Una de las fuentes más seguras de trabajo y riqueza, inagotable a poco que se cuide, no contaminante, es un patrimonio histórico bien gestionado, que incluye no sólo los monumentos que antes salían en las postales, sino el entorno en el que cobran su pleno sentido: lugares en los que se puede vivir y a los que llegarán esos viajeros que no arman bronca y que están dispuestos a pagar un buen hotel, un buen restaurante, un café civilizado, servicios de alta calidad que crean puestos de trabajo cualificados.
No es ese el camino elegido. Se hundirá San Lorenzo, como se han hundido o se han destruido tantos edificios, tantas vistas singulares de esa ciudad, y es posible que en el solar, convenientemente recalificado, construyan un bloque de viviendas con reflejos de falso mármol, tejadillos típicos, barandas de escayola, con vistas al valle del Guadalquivir. Me niego a creer que sea siempre eso lo que nos merecemos.